El dinero del narcotráfico trajo a La Mosquitia, en el este de Honduras, un cambio de patrones culturales que ahora golpean fuertemente a esta comunidad.
Antes de que este problema se instalara en esta zona, los misquitos, que ascienden a unos 70 mil, a lo largo y ancho del departamento de Gracias a Dios, llevaban una vida limitada pero tranquila, vivían de lo que les proveía la naturaleza, como la pesca, la caza, la madera y las plantas medicinales.
Su patrón cultural era el uso de los recursos naturales y la tenencia de la tierra de forma colectiva, por lo tanto no habían cercos con alambre de púas que delimitaran propiedad privada alguna.
Viajaban en canoas, pipantes o lanchas movidas por remos, o por velas, y los que más podían tenían motores de 15 caballos de fuerza. Ir de un lugar a otro lleva muchas horas y hasta días de recorrido.
Con el tiempo llegaron personas de otros sectores de Honduras y la situación comenzó a cambiar. La pesca en el mar pasó de la forma artesanal a una industrial sin control.
Lo que en un principio generó empleo, con el buceo utilizando tanques, pronto se volvió una pesadilla para los trabajadores, no solo porque el recurso marino -caracol, langosta y camarón- fue sobreexplotado, sino porque al mismo tiempo trajo dolor y luto en las familias, al producir anualmente centenares de muertos y personas con discapacidad.
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